Por: Felipe Ospina
Hace un par de meses me despertó muy temprano el irritante sonido de una motosierra. Mala señal, me dije, recordando el uso sangriento que se le ha dado a esos dientes mecánicos en el país. Fui a ver y descubrí a un par de señores en un bosquecito cercano, justo a orillas de la quebrada. Se ensañaban con un guayabo que temblaba de muerte. No pasó mucho hasta que se desplomó con ese sonido astillado de los árboles al caer. Así siguieron con los demás, hasta dejar el bosquecito despoblado.