Por: Felipe Ospina
Ningún
perro americano ladró cuando los españoles desembarcaron en las costas del
Golfo de Urabá. No podían, eran mudos. Dato curioso, reseñado por los cronistas
de indias. Cuando pienso en ello me imagino andando por un camino prehispánico,
cerca de una chagra de maíz, yuca dulce y plátano, desembocando en el jardín de
un bohío. A mi encuentro llega un grupo de perros pequeños, parecidos a
chihuahuas aunque más grandes, con pelambres ocres, meneando sus rabos que
dicen: ¡no temas, no ladramos! (son mudos pero se comunican bien). Y pienso:
qué tierras estas en las que no ladran los perros, es como si no hubiera
ladrones.
Luego
me pregunto ¿Qué tendrán en común las palabras ladrar y ladrón? Curioso.